Por Fernanda Cuzme – fercuzme@conversatio.tech
El periodista y sociólogo británico-canadiense Malcom Gladwell, en su ensayo Hablar con extraños describe una serie de hechos que observan la necesidad de apresurarnos a juzgar a las personas, que nos equivocamos al confiar en ellas y que estamos destinados a malinterpretarnos.
Nos hace un llamado a invertir más tiempo y paciencia en escucharnos para mejorar las relaciones interpersonales.
Escuchar y comprender lo que hablamos no es fácil, efectivamente requiere de tiempo y paciencia. Necesitamos de la comunicación, definida como el principal acto de la actividad psíquica de los humanos derivado del pensamiento y de sus capacidades psicosociales para relacionarse mediante códigos (lenguaje, gestos, sonidos) expresados en conversaciones desarrolladas bajo normas establecidas de forma y de fondo.
Como ejemplo, en ciertos círculos íntimos o reuniones familiares no hablar de política o de religión evita conflictos en el ambiente sociable al que van predispuestos a disfrutar.
Sin embargo, una conversación sobre cualquier ámbito es una valiosa oportunidad para conocerse si se realiza con la confianza y la voluntad de quienes intercambian sus ideas, sentimientos o percepciones. No significa que cambiarán su forma de sentir o pensar, al contrario, les ayudará a comprender su forma de entender el mundo.
El psiquiatra y ex profesor de la Universidad de California, Joaquim Fuster, afirma que “en el transcurso de la evolución, el ser humano ha desarrollado mucho su corteza cerebral y ha adquirido propiedades que le permiten dos actividades fundamentales, el lenguaje y la predicción.
El lenguaje es un ejemplo muy claro (…) cuando dos personas hablan, se crean dos ciclos, cada uno produce ciertas acciones en el cerebro, cada uno procesa lo que escucha y lo que va a responder, es decir, que entrelazan los ciclos de percepción-acción”. Actualmente, en el terreno político los ciclos de percepción-acción suceden entre ciudadanos, medios de comunicación, políticos y gobernantes.
En este caso existe una relación indirecta, donde los medios de comunicación, principalmente digitales, se han convertido en el canal para responder y no para escuchar, desaprovechando su inmediatez para conversar directamente con los ciudadanos.
Cuando un candidato, líder político o gobernante inicia una conversación con un ciudadano debe considerar que la primera regla es escucharlo, no intentar convencerlo. Resulta contradictorio cuando la intención del candidato o político es conquistar su voto o la opinión favorable de su gestión.
Escuchar es mostrar interés por el otro, es entender por qué piensa lo que expresa. Al escuchar podemos descubrir sus emociones. Escuchar es el mensaje. El proceso de conversaciones políticas se desarrolla bajo una estricta metodología implementada hace más de una década, en diversos segmentos de ciudadanos con el objetivo es escuchar y entender los motivos por los que un ciudadano escoje al candidato A, B, o ninguno.
Le hace sentir al ciudadano que alguien está interesado en su opinión, que alguien le ofrece la oportunidad de expresarse y aliviar su angustia o frustración, le despierta la ilusión de que algo va a cambiar, lo motiva a comentarla con sus más cercanos, los indecisos sienten que al menos alguien los contactó para escucharlo.
Escenarios adversos
En tiempos de crisis nos refugiamos en las intuiciones emocionales. En su universo de emociones el ciudadano describe su problema, emite un veredicto y lo transforma en su argumento para tomar una decisión.
Desafortunadamente en la actualidad, las campañas se realizan en momentos de vulnerabilidad y ansiedad por el futuro, donde atizar la ira y la frustración resulta estratégico para ganar.
A esto contribuyen los mensajes y promesas de solución a los problemas ciudadanos mediante piezas publicitarias repetitivas, pautadas en un tiempo determinado, con la finalidad de convencerlos de que serán atendidos a cambio de su voto.
Lamentablemente, aunque la repetición publicitaria sea importante para el posicionamiento y la recordación en el público objetivo, en ocasiones este tradicional patrón publicitario no moviliza ni a sus propios simpatizantes. Jon Freeman, psicólogo en la Universidad de New York afirma que “después de apenas 100 milesimas de segundos de ver un rostro, tenemos una imagen de confiabilidad, competencia y dominancia”.
Algo parecido sucede cuando escuchamos, afirma Pascal Belin, neurocientifico del Instituto de Neurociencias La Timone, Francia, “a través del tono de la voz deducimos emociones y características, consideramos la voz como una especie de rostro auditivo. Una sola palabra le basta al oyente para formarse una idea.
La sola voz puede transmitir emociones más allá de las palabras”. Investigaciones de este nivel nos plantean que los líderes políticos, gobernantes y candidatos tienen la gran responsabilidad de construir relaciones auténticas y confiables con sus votantes y simpatizantes.
Un gran paso para lograr un posicionamiento sólido es establecer diferencias claras entre comunicación, conversación y publicidad y saber utilizarlas en el momento adecuado.
Afortunadamente, desarrollar conversaciones políticas exitosas pueden devolver la confianza de los ciudadanos, hacerles sentir que alguien realmente se preocupa por ellos, movilizar a los indecisos y sobre todo, pueden recuperar la esperanza en una mejor democracia.
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