
Con 90 años cumplidos este año y 65 años de trayectoria, David Ross se mantiene vigente en el mundo de la comunicación política y es considerado por algunos como el mejor fotógrafo político del mundo, con un método único que logró desarrollar a lo largo de los años y que le permite plasmar en sus imágenes algo que no es común en todos los políticos: su carisma.
En entrevista para C&E Campaings and Elections México, David Ross nos platica cómo la frase de “una imagen dice más que mil palabras” quedó rebasada y la actualiza a “un buen retrato político dice más que mil imágenes”, para dimensionar la importancia de la fotografía de retrato en una campaña política y cómo esto puede definir la ruta de una elección.
Creador de un método único de retrato, el prestigiado fotógrafo comparte la efectividad de combinar años de trabajo con estudios en expresión humana, sociológicos, etológicos, psicológicos y técnicas de relajamiento para sacar la mejor expresión y la más natural de quienes posan ante su lente, como en su momento lo hiciera uno de los gigantes más representativos del retrato, Yousuf Karsh, al retratar a grandes personajes como Churchill, Hemingway, la Madre Teresa, Kennedy, Eisenhower y hasta la Reina Isabel.
David Ross no se queda atrás y lo mismo ha retratado Premios Nobel, artistas, presidentes, gobernadores, que empresarios y otras celebridades, con un sello muy particular: el de reflejar en sus retratos un atributo específico de líderes y que consiste en el “carisma”.

Esta cualidad expone en cada una de sus fotografías el magnetismo personal, la fuerza, determinación, propósito, al tiempo que empatía, simpatía y resonancia, que es la particularidad de vibrar internamente a la misma frecuencia de los demás.
No está peleado con la tecnología y tan es así que fue elegido por la marca OPPO para ser su embajador en la República Mexicana y sabe que cualquier avance tecnológico ayuda a mejorar, pero nunca sustituye la calidad de la persona que está detrás del lente.
Aquí la entrevista completa:
C&E: Eres el fotógrafo más reconocido en tu especialidad. Antes de alcanzar el prestigio que hoy tienes ¿cuéntanos cómo inició la historia? Y ¿Cómo fue tu acercamiento con la fotografía?
David Ross (DR): Comenzó en el Kínder. Me tocaron dos compañeros niños genios, como adultos fueron grandes arquitectos, pintores y escultores. De niños manifestaban su aptitud. Me sentí carente de talento ante ellos. Sin embargo, veía fotos familiares en mi casa, las cuales consideraba que estaban muy bien “dibujadas”, hasta que mi mamá me explicó que eran fotografías y que se lograban sólo con apretar un botón en una cajita. Me ofreció comprarme una en el futuro y me auguró, entusiasmándome, que yo sería el mejor del mundo oprimiendo ese botón. Ahí fue cuando mi frustración y esperanza de niño, introdujeron el concepto de la fotografía en mi espíritu. Nunca me ha abandonado y se ha fortalecido con el tiempo. Me compraron una camarita de “cajón” y a los ocho años de edad me compraron una cámara profesional.


C&E: ¿Con más de seis décadas de trayectoria, ¿puedes definir al personaje o personajes que más disfrutaste retratar?
DR: Primero a Premios Nobel. Luego artistas de la música. Posteriormente vienen los empresarios, los políticos y cualquier persona que pose frente a mi cámara. Disfruto mucho retratar, pues va con un proceso y una metodología que va cambiando a esa persona. Casi son dos personas, la que viene a retratarse y la que se va, dejando grandes momentos en mi cámara. Lo que más me gusta de mi trabajo es el reto que me representa la diferencia de cada persona que retrato y obtener una representación propia y única de su carisma y liderazgo
C&E: ¿Cuál ha sido el más complicado?
DR: Puedo decir que no he tenido complicados. Hay quienes me implican más trabajo y más tiempo por características específicas. Por ejemplo, mi entrañable amigo Armando Manzanero tuvo que sonreír desde muy joven, pues la fama le llegó pronto y tenía estereotipada la sonrisa, es decir, frente a una cámara tenía un autoreflejo que le hacía manifestarse con la misma expresión. Yo quería obtener de él una sonrisa nueva y genuina y eso, por ejemplo, me causó más trabajo, más esfuerzo y más tiempo. No es que él me hubiera costado trabajo, sino que era romper un estereotipo e ir en contra de un autoreflejo asentado por años. Sí, fue un importante esfuerzo, pues al tiempo que sonreía, cerraba los ojos que de por sí eran pequeños. Hacerlo sonreír con los ojos abiertos y que la expresión fuera genuina, no fue fácil.
C&E: ¿Una imagen dice más que mil palabras, ¿cómo defines la importancia de una buena fotografía en una campaña política?
DR: Tu frase es clásica. La he modificado. “Un buen retrato político dice más que mil imágenes”. Desafortunadamente, en la mercadotecnia política, no hay segundos lugares, ni otras oportunidades. Quien pierde se va a su casa con sus cielos nublados y sus horizontes destrozados a vivir la paz ociosa del vencido. No hay dinero y tampoco interés para una nueva investigación. Si se hiciera, se descubriría algo muy impactante y es que muchas campañas fracasan por una mala foto. Generalmente, muchas campañas compiten con una mala foto del candidato frente a otra mala foto del candidato opositor, entonces es cuando al retrato político no se le concede importancia. Y esto ha sucedido muchas veces. Es por ello que se le ha perdido el respeto y el valor que debería merecer el retrato político.
C&E: ¿Cuál es el error más común de los personajes de poder al momento de retratarse?
DR: Esta es muy buena pregunta, no es específicamente un error, pero sí es el producto de la falta de costumbre si los comparamos con los modelos que se dedican a eso. En primer lugar, la circunstancia de retratarse es muy molesta para una persona en general, no es lo mismo posar para una selfie o para una foto de grupo con un celular, que específicamente con un profesional del retrato, en un estudio, con la cámara enfrente, con las luces a los lados. Es una situación incómoda. Por eso tengo mi procedimiento en el cual les digo que solamente tienen que seguir instrucciones y no preocuparse, pues algunas veces me preguntan: ¿Ya sonrío? No se trata de sonreír, se trata de seguir un proceso en donde se van dando cuenta que hay muchos músculos del rostro que no se pueden mover a voluntad y que solo los mueve, objetiva y notoriamente el pensamiento y eso lo van detectando del monitor en donde aparecen todas las fotografías tomadas. Así se van dando cuenta que lo que la cámara va a captar son las expresiones, consecuencia de sus pensamientos y emociones y no producto de la gesticulación del rostro con los músculos que puedan moverse a voluntad. Un error inconsciente es que quieren aparecer naturales y con sólo ese propósito en la mente, ésta los traiciona y los hace verse forzados.


Mi proceso lo he desarrollado en muchos años de trabajo, prueba y error, estudio de la expresión humana, estudios sociológicos, etológicos (relación con el medio ambiente) psicológicos y técnicas de relajamiento orientales que llevo a la práctica con impresionantes resultados por la efectividad del resultado que producen. Es así que durante el proceso fotográfico las personas se relajan, se olvidad de sí mismas, de que están frente a una cámara, aprenden a posar en función de sus pensamientos y se logra crear una confianza plena y una participación total. El retrato no lo hace el fotógrafo solamente, es realizado por el fotógrafo y el modelo, en una interrelación adecuada y precisa en donde el fotógrafo por su experiencia guía al modelo hasta que muestre su mejor expresión en un momento de máxima inspiración.
Como se puede apreciar, esto dista mucho de colocar a una persona y decirle sonría y se dispara el obturador. Han sido muchos años de estudio y descubrimientos en donde no hay específicamente ningún libro que haga referencia estrictamente a lo que hago.
Las fotografías de políticos son en general, malas por esta razón. Se deja toda la responsabilidad en quien menos experiencia tiene: El retratado. Quien además llega con preocupaciones, a veces desvelado, con premura, con la predisposición de quien hace algo o va a realizar algo que tiene que hacer porque así lo dictan los cánones y con una disposición menguada por el torbellino de actividades que lo envuelven.
La mejor cámara, iluminación y hasta un buen fotógrafo con técnica depurada no son suficientes para lograr una buena expresión, una expresión, no solo natural, sino que refleje liderazgo y el carisma tan necesario proyectar en esas circunstancias.

Al fotógrafo, también se le crea un ambiente de enorme presión y responsabilidad lo que generalmente hace difícil una buena interacción con el retratado. Esta situación, difícil para las dos partes, es la que se refleja en el resultado final.
C&E: ¿Con los avances tecnológicos, ¿se gana o se pierde en el mundo de la fotografía?
DR: Cualquier avance tecnológico es para ganar. No se inventan tecnologías para hacer peor las cosas y fracasar. Todas la tecnologías son para mejorar y superar lo conocido, aunque como en todo, la energía atómica es una enorme fuerza que puede usarse para mejorar a la civilización o para destruirla, de la misma manera el Photoshop es una herramienta maravillosa que sirve para quitar arrugas, pero solo de la ropa, no del rostro y es un instrumento maravilloso para ubicar a las personas en diferentes locaciones, pero es nefasto si se utiliza en el rostro de la persona, que aunque lo haga ver mejor, lo aleja de la veracidad, arrebatándole su individualidad.
C&E: ¿Por qué es importante el talento de la persona detrás del lente, por encima de todas las herramientas tecnológicas?
DR: Muchas veces me han dicho que vendrán los teléfonos celulares a quitarme los clientes. Por esta razón y por la calidad de la óptica del celular OPPO, que es la misma que la mejor del mundo que es la Hasselblad, acepté ser el embajador de OPPO para la República Mexicana.
Y aquí van a aparecer tres retratos tomados con el teléfono celular OPPO, que no desmerecen en lo más mínimo a la calidad de mis retratos tomados profesionalmente. Esto justifica que es quien toma la fotografía y no es el instrumento con el que se hace la fotografía. Es como si los premios Nobel de literatura dependiera de la pluma, de la máquina o de la computadora con que fueron escritas sus obras.


C&E: ¿Qué le recomiendas a la gente que hoy en día quiere estudiar fotografía y especializarse en retrato político?
DR: No es fácil, he visto temblar de miedo a fotógrafos frente a un grupo de ejecutivos. He visto directores de Comunicación de empresas muy nerviosos ante la expectativa de retratar a su presidente. He visto publicistas muy nerviosos cuando me ha tocado retratar a personalidades muy importantes. Recuerdo el momento en el que retraté a los miembros que forman parte de Star Alliance, a la que pertenecen todas las líneas aéreas del mundo. El CEO de Corea Airlines, uno de los miembros, una persona con una flotilla de 250 aviones, de 400 millones de dólares cada uno, era un hombre áspero, de trato difícil y a quien no le gustaban las fotografías. La persona que me contrató, prefirió no ir a la toma y luego se sorprendió de que todos hubieran salido bien, alegres y sonrientes, incluyendo el coreano, que en otras fotos de grupo su actitud y expresión, habían desmerecido a la fotografía. En las Cumbres de Presidentes que me ha tocado retratar, he visto también mucha gente nerviosa en ese momento y consultores frente a sus candidatos o al Gabinete.
Por tal razón, quien se dedique al retrato político y pienso que al retrato en general debe ser una persona con mente universal, que tenga vastos conocimientos en varias de las disciplinas que se relacionan y sobre todo que se dedique especialmente a estudiar y perfeccionar el DO-IN, que es la acupuntura sin agujas, pero que es capaz de cambiar nuestra química cerebral y consecuentemente nuestro comportamiento. Somos lo que es nuestra química cerebral, no somos los mismos cuando prevalece la oxitocina y la endorfina en nuestro cerebro que nos hace sentir felices y confiados que cuando prevalece la adrenalina en un momento que nos pudiera perseguir un oso. Cambia completamente nuestra fisiología. El DO-IN es capaz de producir ese elixir de neurotransmisores que produzcan felicidad, animosidad, fuerza y empatía. Acentuando los efectos con pensamientos adecuados, pueden ser transformadas las personas, lográndose retratos que impresionan e impactan hasta al fotógrafo que los realiza.
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