Campaigns and Elections México

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La importancia de llamarse AMLO, parte1: el radicalismo moral 

Por Roberto Morris @RobertoMorris

“El radicalismo político implica el radicalismo moral: el surgimiento de una moralidad que podría precondicionar al hombre para la libertad.”

– Herbert Marcuse, Un ensayo sobre la liberación (1969)

Cuando en el 2006 Andrés Manuel López Obrador (AMLO) acuñó la frase “por el bien de todos, primero los pobres” inició una narrativa que iría desplazando el discurso neoliberal y globalista en cuanto a cómo la ciudadanía mexicana entiende, evalúa y se identifica con la política. Hasta ese momento el discurso predominante- la criminalización de la pobreza-un sistema maniqueo de valores categorizados en el bien y el mal; el bien siendo todo lo que beneficia al pueblo, y el mal todo lo que le resta. Al sublevar su discurso al terreno de la deontología, promovía la idea de que el individuo es el responsable de su éxito o fracaso. AMLO confrontaría el individualismo neoliberal – y una clase política con un profundo desprecio por la clase obrera- con el colectivismo; lo social sobre lo económico, el yo vs el nosotros.

Un elemento crítico para entender la actualidad política de México es que el Obradorismo no es una ideología, es un sistema moral – inspirado en la izquierda clásica y centrado en la colectividad. AMLO articuló los sentimientos de frustración e impotencia generados por el sistema neoliberal en evita un debate ideológico con el neoliberalismo pues este queda desacreditado y AMLO carece de legitimidad moral.

Todo sistema moral y normativo distingue lo deseable de lo indeseable; una parte crucial en el desarrollo del Obradorismo fue tomar valores del neoliberalismo y volverlos los antivalores de su movimiento.

Esta moral clásica, reinterpretada y adaptada a la realidad mexicana – y no los viejos parámetros tecnócratas – han servido como la brújula social para la evaluación de las autoridades e incluso como un método de control interno para regular la conducta pública de quien se diga afín al presidente.

El Obradorismo también funciona como factor de identidad política. La afinidad de la clase obrera con los preceptos morales del Obradorismo logró borrar el clivaje político que dictó el neoliberalismo, este que daba por hecho que el norte industrializado votaba por la derecha y el sur rural votaba por la izquierda. Desde el 2018 las principales ciudades del norte – manufactureras todas- son profundamente guindas.

Este nuevo alineamiento electoral demuestra que, si bien el Obradorismo es receptivo a una izquierda progresista y liberal, no es exclusivo de ella. Si entendemos el Obradorismo no nos debería sorprender que un maquilador profundamente católico del norte pueda compartir el mismo espacio político que una feminista de la Ciudad de México; siempre y cuando compartan el radicalismo moral del primero los pobres”.

“por el bien de todos,

La importancia de llamarse AMLO consiste en que sus principios seguirán siendo el criterio de la mayoría de los mexicanos para evaluar el actuar de sus líderes; se ve difícil que un presidente de México compre y vuelva a viajar en un avión privado. Electoralmente hablando está por verse si el apego ciudadano se trasladará de AMLO a su partido o si una vez que el presidente se retire de la vida pública se revertirá esta tendencia. Eso se verá en el 2027, la primera elección del siglo sin el activismo de AMLO.

 El impacto que ha tenido AMLO en la política mexicana es profundo y se prevé será longevo.

La subversión lingüística 

“El lenguaje no tiene nada que ver con la expresión de una verdad ideal o de una realidad dada. No es el instrumento del conocimiento, sino un esquema al servicio de un orden, es decir, poder”.

– Henri Lefebvre, Hegel, Marx, Nietzsche: El reino de las sombras (1975)

El hecho de que en las tantas marchas anti-AMLO o –a favor del INE– tantos manifestantes usarán prendas o hicieran pancartas proclamándose Fifís es muy ilustrativo del impacto lingüístico y discursivo que ha tenido el presidente López Obrador. El uso de estas palabras y de los refranes que el presidente ha popularizado dan fe a la colonización de la discusión pública; aunque sus detractores las usen de manera satírica o incluso para ofenderlo, no dejan de legitimar la validez de sus conceptos. Si alguien se identifica como Fifi, es porque los fifís existen.

El rompimiento lingüístico que impulsó AMLO, más allá de una estrategia de comunicación, representa la ruptura con el universo de significados del pasado y de su élite intelectual: su monopolio de la verdad. El que la oposición retome el glosario político de la 4T da fe a que los han dominado, obligándolos a comunicar bajo sus términos; la adopción de la lingüística Obradorista no sólo invalida el discurso tecnócrata sino reescribe la historia de México. Las personas podrían leer las mismas palabras, pero las entienden de manera distinta. AMLO redefinió, redimensionó y liberó significados que parecían fijos.

La tecnocracia tiene un estilo narrativo muy particular, buscan maneras más complejas de lo necesario para transmitir ideas con la intención de sentirse más inteligentes. Este discurso elitista logró alejar a una gran parte del país de la discusión pública. Como respuesta a esto, el Obradorismo persiguió un camino más didáctico en su comunicación. Mientras la estrategia neoliberal buscaba alienar a la sociedad de la conversación política, el Obradorismo se dedicó a explicarle a la gente, bajo sus propios términos y significados, lo que “realmente” estaba sucediendo. No podría pensar en un ejemplo más ilustrativo de esta política lingüística que el cambio de nombre del

 Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE) al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP).

El gran error de la oposición fue subestimar al presidente. Inicialmente se burlaban de él por su forma aparentemente infantil de expresarse ¿me canso ganso?, pero lo que su arrogancia no les permitía ver es que es que debajo de un lenguaje sencillo y popular había un enorme engranaje conceptual; frases aparentemente sencillas que AMLO utiliza en sus discursos públicos y conferencias matutinas son todo menos eso. Sus construcciones narrativas son realmente una compleja constelación de entimemas, silogismos y símiles que no solo transmiten ideas con claridad, también persuaden.

El desenlace de esta subversión lingüística y la importancia de llamarse AMLO, es que grandes cantidades de la población dejaron de hacerle caso a la casta intelectual y estos perdieron su estatus como intermediarios del poder, porque el poder ya se comunica de manera directa con la gente. Hoy, en la antesala de las campañas electorales del 2024 estamos inmersos en un nuevo vocabulario político que ha reemplazado los formalismos y la retórica del pasado.

Los Obradorismos

¡DISIDENTES!

El Frente Popular de Judea al Frente Judaico Popular

– The Life of Brian (La vida de Brian, 1979), Monty Python

El marxismo no fue inventado por Marx, fue desarrollado por los marxistas1. El cristianismo no existe, existen los cristianismos. Lo que tienen en común ambas corrientes de pensamiento es que sus seguidores se han dedicado a construir una teoría ideológica sistematizada y unificada basada en las ideas y pensamientos tanto de Marx como de Jesucristo; sin embargo, al querer hacer esto han surgido distintas interpretaciones que excluyen otros posibles simpatizantes. Al parecer, y desde luego que, con toda proporción guardada, esto será el futuro del Obradorismo que sospecho en poco tiempo se convertirá en Obradorismos.

En el primer artículo de esta serie se estableció que el Obradorismo no es una ideología, sino un sistema moral. Este sistema, si bien es funcional como una guía ética para sus adherentes y una justificación para la toma de decisiones políticas, está lejos de ser un compendio integral de la moral. Estos vacíos ideológicos actualmente permiten que coexistan en la misma bancada feministas aguerridas con miembros de distintas agrupaciones religiosas, siempre y cuando voten “por el bien de todos, primeros los pobres”. Sin embargo, estas lagunas que actualmente fortalecen el movimiento serán lo que en un futuro permitan a los herederos de la 4T mutar el sistema de creencias para su agenda personal.

Antes de seguir es importante diferenciar entre grupos políticos y distintos ismos. Un grupo político puede tener las mismas creencias, pero compiten por posiciones de poder; al hablar de ismos comparten cierta base de creencias, pero sus diferencias parecen irreconciliables. Actualmente solo hay un Obradorismo, con varios grupos de poder internos (el más conocido de estos el de los “puros”) que en este momento se están disputando candidaturas. La pregunta es ¿cuánto tiempo durará la unidad – no de partido – sino de pensamiento?

Conforme se vayan ensanchando las filas del Obradorismo tanto en MORENA como en sus partidos satélite y, en conjunto con los resultados tan pobres de la oposición, puedo avizorar que en el mediano plazo podemos comenzar a ver evoluciones del Obradorismo actual. Dudo que esto se dé durante el liderazgo de Claudia Sheinbaum y la vida de AMLO, pero quizás podremos ver el inicio de esta dispersión ideológica para el 2030. Seguramente empezaremos a escuchar una narrativa de “verdadero” Obradorismo.

Es altamente probable que en el futuro tanto el oficialismo como la oposición sean Obradorismos compitiendo por gobernar; la importancia de llamarse AMLO recae en que, si bien el Obradorismo actual es el resultado de un proceso dialéctico con el neoliberalismo, los Obradorimos serán el fruto de un proceso dialéctico intra Obradorista.

1 Lefebvre. (1975) Marx, Nietzsche: El reino de las sombras. Editions Casterman. Paris.