Campaigns and Elections México

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“¡QUE LOS ELIJA LA GENTE!”

La elección judicial, un escenario diferente.

La elección judicial en México será un proceso trascendental, tanto para el país como para toda América Latina. El 1 de junio, los ciudadanos elegirán por primera vez a 9 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como a más de 850 magistrados y jueces a lo largo y ancho del país. Los ciudadanos se enfrentarán, por primera vez, a boletas sin logos partidarios y sin fotos, solo con los nombres de las personas juzgadoras que contienden en la elección. Sin duda alguna, este proceso electoral tendrá implicaciones políticas y sociales para el futuro del país. No se trata simplemente de una elección en términos tradicionales; está en juego el equilibrio de poderes y la legitimidad del sistema judicial (y del INE).

La elección Judicial: Un escenario diferente

A diferencia de las elecciones políticas tradicionales, las elecciones judiciales tienen características propias que las hacen únicas y, a menudo, más complejas. Mientras se escribe esta nota, se terminan de delinear los procedimientos en el Instituto Nacional Electoral, organismo responsable de llevar a cabo el proceso técnico, legal y logístico de la elección. Por ejemplo, el tope de gastos hoy es de 220,326 pesos, pero se presentaron impugnaciones para subirlo a 1.4 millones de pesos para cargos nacionales, es lógico si dividimos el tope por 60 días de campaña nos quedarían aproximadamente $3672 por día, en algunos casos no cubrirá ni costos de pasajes aéreos para recorrer los estados.

 Candidatos y profesionales de la comunicación política nos enfrentamos a un gran desafío profesional. Sabemos que las personas juzgadoras podrán difundir su trayectoria profesional, méritos y visión acerca de la función jurisdiccional y la impartición de justicia. Sabemos que no se podrá contratar espacios de radio y televisión, ni se podrán contratar la realización y difusión de encuestas. Además, los gastos que origine el proceso deberán ser del propio patrimonio de la persona candidata. Uno de los mayores desafíos, sin duda, es la prohibición de la publicidad en redes sociales, más conocida como PAUTA que nos obligará a hacer contenidos orgánicos de calidad e interés para los ciudadanos.

En un contexto donde más de 800 cargos son elegidos, son más de 800 personas juzgadoras, más de 800 historias, más de 800 profesionales altamente preparados que han pasado ya el filtro de selecciones. Todos y todas llegan por su carrera profesional a un nuevo escenario que jamás imaginaron: salir de sus oficinas, ir al territorio a contarle a los ciudadanos qué hacen, cómo lo hacen, para qué lo hacen y por qué ellos no están dentro de este 89% de corruptos del Poder Judicial.

El desafío es en conjunto, de las personas juzgadoras que se candidatean y de sus equipos de campaña. Las personas juzgadoras se encuentran en un nuevo ambiente intentando comprender qué es un War Room, qué es un Jefe de Campaña y por qué lo que hicieron no sirvió de nada, porque nunca se comunicó, por tanto, los ciudadanos no los conocen. 

La gran mayoría de ellos no tiene redes sociales, con excepción de LinkedIn, y los equipos de campaña tendrán 60 días para posicionar y dar a conocer a estos más de 800 desconocidos para la ciudadanía, sin utilizar publicidad digital que nos permita impactar en el elector las veces que queramos, con el mensaje adecuado para cada quien. Contenido 100% orgánico. Seguramente veremos a muchas de las candidatas mujeres apelar a lo más simple: «Es tiempo de mujeres» o a la necesidad de un poder judicial con paridad de género. No es que no haga falta, pero eso no las diferencia de sus contrincantes. Otros optarán por lemas de campaña como: “El ángel de la justicia”, “El abogado de AMLO” o “El defensor del pueblo”, intentando con ello ganar el interés de la ciudadanía o hacer que los relacionen con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador y, con ello, obtener mayor apoyo.

El sistema judicial es la columna vertebral del Estado de Derecho en cualquier democracia, y su elección no puede ser manejada de manera improvisada. Es por ello que los ojos del mundo están puestos en el 1 de junio de 2025.

En este tipo de elecciones, no solo se trata de contar votos, que sabemos, a priori, que debido a la complejidad de la contabilización de los mismos, llevará 12 días saber quiénes se convierten en los primeros elegidos por el pueblo. Este tipo de elecciones se trata, más que nunca, de emociones. Todas las personas juzgadoras son de un alto nivel académico y profesional, pero su trayectoria y sus votos en temas como aborto, matrimonio igualitario, protección animal, entre otros, harán que estén en el centro de la escena de uno de los actores no reglamentados (por ahora) por el Instituto Nacional Electoral: los influencers.

Los influencers serán, sin duda alguna, las personas más solicitadas, ya que les permitirán a los candidatos el alcance que, de manera orgánica, no podrán tener. Los influencers deberán demostrar que no está pago su apoyo; muchos de ellos ya han dicho que no apoyarán a ninguno, pero sí informarán a la ciudadanía sobre las sentencias, para que el público pueda estar informado. Un ejercicio de libertad de expresión complejo, pues no es lo mismo que un influencer te mencione de manera positiva que negativamente. Hoy son formadores de opinión, y de los importantes. Estar preparados para cuando llegue la crítica será, sin duda, otro aspecto a tener en cuenta.

Mientras que en una elección tradicional los votantes toman decisiones en función de promesas de campaña, ideologías o afiliaciones partidistas, en una elección judicial se requiere mucho más que un discurso convincente. La justicia debe ser percibida como imparcial, neutral y justa, características que no solo dependen de la competencia del candidato, sino de cómo se presenta y cómo se posiciona ante la sociedad. Por ello, contar con un equipo profesional que entienda este contexto es esencial para lograr el éxito.

La lección de Bolivia:

El precedente más cercano a este tipo de selección del Poder Judicial es Bolivia. Allí, los jueces se eligen mediante votación popular, un proceso que está concebido para garantizar la participación ciudadana y la legitimidad del sistema judicial. Este proceso se llevó a cabo en 2011 y 2017, cuando votaron por los candidatos que aspiraban a cargos en el Tribunal Supremo de Justicia, Tribunal Constitucional Plurinacional, Tribunal Agroambiental y el Consejo de Magistratura. En 2011, un 60% de quienes votaron lo hicieron en blanco o anulando su voto, y en 2017 esa cifra se elevó al 65%.

¿Por qué votan en blanco o anulan su voto? No porque no les interese, sino porque los ciudadanos no conocen a los cientos de aspirantes que aparecen en las boletas. Es el mismo desafío que enfrentamos en México: ¿cómo resaltar? ¿Cómo hacernos conocer más allá del “Conoce a tu candidato” que publicará el INE, pero que todos sabemos que pocos consultarán para informarse?

Si bien tanto en Bolivia como en México se busca la transparencia, independencia y la disminución de la percepción de corrupción del sistema judicial, en ambos casos los contextos políticos, cargados de intereses diversos, y el rol de las estructuras partidarias —que tienen prohibido participar y movilizar (pero se da por sentado que lo harán de todos modos)— restan garantías a una justicia independiente y transparente.

En ambos casos, el componente estratégico de las campañas y la gestión de las percepciones públicas son fundamentales para garantizar el éxito.

Digital es fácil. ¿Para qué quiero un equipo?

“Digital y redes es fácil, tengo un sobrino/amigo que me puede ayudar” probablemente sea una de las frases más escuchadas estos días en el mundo de la comunicación política, y la respuesta es NO, no es fácil… Si así lo fuera, todos seríamos influencers.

Una cosa es un sobrino/amigo que sepa tomar un teléfono y grabar, y otra muy diferente es contar con una persona capacitada para generar contenido, editar, subtitular, publicar, pensar, crear y organizar el contenido en función de una estrategia general, etc. Una cosa es contar con alguien que haga un contenido y lo suba, y otra es contar con un equipo que entienda contra quién compites, cuáles son tus fortalezas y debilidades; que pueda analizar el escenario para evitar posibles crisis, y que esté disponible 24 horas al día hasta después de la elección.

Nos toca a los estrategas y consultores “educar” al cliente y ayudarlos a comprender que, esta vez, contar con una amplia trayectoria en el ámbito legal o judicial no los hará ganar su puesto.

Si no tienen el equipo adecuado para manejar las crisis, la comunicación estratégica y las relaciones públicas, su capacidad para influir en la agenda pública se verá limitada. Las elecciones de este tipo no son solo un examen de conocimientos o experiencia, sino una batalla por la percepción pública. La competencia se libra en el terreno de la imagen, y aquellos que no sepan construirla correctamente quedarán atrás.

La gestión de la imagen es fundamental. Un equipo profesional es capaz de anticipar las crisis, establecer estrategias para gestionarlas y, lo más importante, mantener una comunicación clara, coherente y efectiva. El papel de los medios de comunicación, las redes sociales y las declaraciones públicas se vuelve central, y un candidato que no sepa manejar estas herramientas se verá rápidamente desbordado.

La guerra de narrativas es uno de los aspectos más cruciales de cualquier campaña, especialmente en las elecciones judiciales. Las voces externas, los opositores y, en algunos casos, los propios detractores dentro del sistema político estarán siempre presentes.

La capacidad para contrarrestar estos ataques, con datos precisos, pruebas y argumentos sólidos, será lo que marque la diferencia. No se trata de quién grita más fuerte o de quién tiene la capacidad de hacer ruido, sino de quién sabe comunicar mejor, de quién sabe construir y defender su narrativa. Y, por sobre todo, de quién sabe desprenderse de la toga, ponerse los tenis y hablar en un lenguaje que todos comprendamos.

La Intensa guerra de ideas y narrativas


Las elecciones judiciales no son solo un juego de cifras. En este proceso, la estrategia de comunicación será clave. Cada mensaje, cada discurso, cada declaración debe ser cuidadosamente diseñada para impactar y dejar una huella en la opinión pública. Es una guerra (por algo llamamos War Room a nuestros encuentros para ver métricas y pasos a seguir), y las estrategias que se utilicen para ganar terreno en este campo determinarán la fuerza del candidato en los días y semanas previas a la elección.
Los ataques y las críticas serán constantes, provenientes tanto del ámbito político como de actores sociales, empresariales e incluso internacionales. Sin embargo, lo más importante será saber cómo enfrentar estos desafíos. Un candidato que se permita responder a cada ataque con nerviosismo o improvisación solo se hundirá más en la percepción pública. La inteligencia estratégica, el manejo de crisis y la rapidez para responder con claridad y firmeza son habilidades que deben dominar para triunfar.

La Presión Internacional y la Opinión Pública

La presión internacional será otro factor determinante. México no está aislado en el panorama global, y las decisiones judiciales en el país tendrán repercusiones más allá de las fronteras nacionales. Las relaciones con organismos internacionales, ONGs y otros gobiernos estarán vigilantes a cada paso del proceso. Los ojos estarán puestos en la elección judicial, y cualquier fallo o estrategia mal ejecutada podría tener implicaciones diplomáticas y de política exterior; hoy la palabra que resume la elección en el mundo es: INCERTIDUMBRE.

Dentro del país, la percepción pública de la imparcialidad y la transparencia en las elecciones judiciales será clave para fortalecer la confianza en las instituciones. El INE se juega su credibilidad ¿por qué? Porque cuenta con un presupuesto reducido, porque en términos cuantitativos esta elección es más grande que la elección presidencial y, en términos cualitativos, es una elección completamente nueva. Díaz-Santana Castaños dijo que el INE está ante “uno de los retos de mayor complejidad que ha afrontado”, y además se prevé, entre otras cosas, que un porcentaje alto de candidatos que pierdan impugnen la elección por no cumplir con las reglas de igualdad de competencia.

Aranceles y marco jurídico claro

Este proceso electoral se da en un contexto particularmente sensible, ya que México enfrenta una crisis de aranceles con Estados Unidos lo que pone aún más en evidencia la importancia de contar con un sistema judicial sólido, transparente y confiable. Los inversores, tanto nacionales como internacionales, necesitan la certeza de que las leyes en México serán claras, justas y aplicadas de manera equitativa. La elección de los nuevos integrantes del poder judicial será crucial para generar un ambiente de estabilidad y confianza. Si el sistema judicial no ofrece garantías claras, los inversionistas podrían dudar en comprometerse con el país. Por lo tanto, la transparencia y la imparcialidad en las elecciones judiciales no sólo son fundamentales para la salud democrática del país, sino también para asegurar un futuro próspero en términos económicos.

La diferencia entre el éxito y el fracaso

En elecciones judiciales de alto nivel, no hay margen para los errores. Un mal movimiento, una frase mal elegida o un mensaje erróneo pueden ser suficientes para cambiar la narrativa de toda la campaña. La estrategia y la precisión en las decisiones son fundamentales. Este es un proceso en el que la improvisación no tiene cabida. Los actores que subestimen la importancia de tener un equipo sólido y profesional estarán destinados a ser personajes secundarios en su propia historia.

Los equipos de comunicación, los asesores legales y los estrategas juegan un papel central en el manejo de las elecciones judiciales. Su trabajo no solo consiste en promover al candidato, sino en posicionarlo en el lugar correcto, con los mensajes adecuados al público adecuado, y en el momento preciso, sin hacer que caiga en el ridículo y cuidando su trayectoria profesional. Los asesores legales serán la brújula de esta navegación, guiando al candidato y al equipo en estas nuevas reglas para llegar a buen puerto.

Cada paso debe ser calculado, cada movimiento debe ser estratégico y cada mensaje debe estar alineado con los valores fundamentales de justicia, imparcialidad y legalidad.

Profesionalismo y estrategia se vuelven una necesidad

Los aspirantes a un cargo judicial deben entender que, en el contexto actual, el profesionalismo y la estrategia no son opcionales, sino una necesidad. La justicia no puede ser rehén de la improvisación, y aquellos que aspiren a ejercerla deben reconocer que, hoy más que nunca, la diferencia entre quedar en la historia o ser olvidado radicará en su capacidad para gestionar las crisis, manejar la comunicación y trazar una estrategia efectiva. No faltarán los vendedores de promesas, aquellos que, ante el desconocimiento de las personas juzgadoras, ofrecerán likes y vistas como sinónimo de efectividad de su trabajo, sin recordar una máxima fundamental: Likes NO son votos.

Quien opte por un “paquete comunicacional” o por la improvisación, sin duda verá vacíos sus bolsillos y nula su posibilidad de hacer historia. Los más propensos a caer en manos de estos gurús serán los candidatos independientes, y aquellos que creen, de manera naïve, que este proceso se ganará sin táctica ni estrategia, sin equipos digitales y sin quienes amplifiquen el mensaje.

La elección judicial no es solo una cuestión de derechos o intereses partidistas; es un asunto que afecta el futuro de todos los ciudadanos. El éxito o fracaso de esta elección marcará el rumbo de la justicia en México, y la forma en que se maneje la narrativa durante el proceso podría definir la percepción pública durante muchos años. Por ello, la estrategia y el profesionalismo son, más que nunca, los factores determinantes entre el éxito y el fracaso.

El éxito del proceso electoral será de todos y será observado por el mundo, mientras que el fracaso nos llevará a replantear las reglas para la próxima elección judicial, que se celebrará en unos años. Se querrá culpar al INE, a la presidenta e incluso a los estrategas, quienes, entre otras cosas, también debemos hacer pedagogía para lograr que un porcentaje considerable de la población salga a elegir a este nuevo poder judicial. La responsabilidad de que este barco llegue a buen puerto es de todos: aspirantes, estrategas, estrategas digitales, medios de comunicación y ciudadanía. ¡Allá vamos!