Borja Medina Mateo*. @BorjacademiaLa victoria del presidente electo, Luis Abinader Corona, tiene (y tendrá cada vez más) múltiples elementos de análisis para comprender a qué correspondió haber sido él quien pusiese fin a los 16 años de hegemonía peledeísta. Eso, por supuesto, supone luces y sombras, fortalezas y debilidades, pero, sobre todo, muchos retos. Aun así, avanzaremos algunos puntos interesantes para reflexionar sobre la dinámica político-electoral de la República Dominicana, especialmente, sobre tres: 1) El candidato 2) El partido 3) La campaña electoral. El CandidatoEn primer lugar, Luis Abinader, como figura política en ascenso, es un producto extremadamente manejable para el marketing político de hoy día. Es decir, en su historia personal se conjugan cualidades que permiten la creación de una narrativa política que logre captar la atención del electorado, por ejemplo: 1) Origen familiar/¿quién es? (hijo del dirigente político José Rafael Abinader); 2) Las causas permanentes de su padre respecto de la educación y de la ética e integridad como principios de la función pública, lo que podría ser igual a decir: valores necesarios para combatir la corrupción administrativa (tema preponderante en el imaginario colectivo dominicano de la actualidad); y 3) participación partidaria activa y ascendente en los momentos más críticos del PRD y lo que hoy es el PRM. El primero de estos tres elementos, guarda especial singularidad. Puesto que, José Rafael Abinader, era conocido popular y generalmente como “Abinader” y estuvo gravitando en el escenario político local en posiciones de primer orden desde la Era de Trujillo. Esto significa que, en el desarrollo de la democracia dominicana y en la mentalidad de la población, el apellido Abinader ha estado presente. Sin embargo, no ocurrirá igual con los hijos, nietos y familiares de expresidentes y dirigentes políticos que ahora inician formalmente su carrera política, por la sencilla razón de que lo sonoro en este caso es el apellido y en los casos actuales los nombres han sido los predominantes. Es decir, que para ellos no existirá esa base en el inconsciente popular de la que pudo servirse Luis Abinader. Pues, con su salida, muchas personas habrán escuchado el apellido, sin jamás haber visto su cara. Pero, por simple asociación, le ha favorecido bastante. También se recuerda que, Abinader padre, además de haber sido ministro de finanzas en diferentes gobiernos perredeístas, fue Senador por la provincia de Santiago y tuvo un proyecto presidencial que tenía como estribillo: “Abinader, gana y gobierna con él”. En el segundo aspecto, es sabido que la política debe nutrirse de causas. José Rafael Abinader fundó la Universidad O&M (causa por la educación), participó de manera activa en el desarrollo de la industria turística con proyectos hoteleros de inversión privada, y, en su quehacer político, sostenía constantemente un discurso sobre la ética en la función pública (lucha frontal contra la corrupción: el principal hándicap de la marca PLD). Esto, naturalmente, es a lo que su hijo Luis Rodolfo se adhiere al momento de incursionar en la política vernácula. Sobre la tercera cualidad, cabe destacar que en el año 2005 fue electo vicepresidente nacional del Partido Revolucionario Dominicano justamente después de esa organización haber sido desplazada del gobierno central por el Partido de la Liberación Dominicana. O sea, el inicio de su ascenso a la primera línea en las filas del PRD ocurre en forma paralela a lo que, para sus correligionarios y para él mismo, debió ser el enquistamiento del peledeísmo en las esferas del poder por dieciséis años consecutivos. Por tanto, su carrera ha sido construida en momentos de desventaja política, lo cual, supone algún nivel de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Siete años más tarde, en el año 2012, fue candidato vicepresidencial junto al ex presidente Hipólito Mejía, quienes por apenas tres puntos porcentuales, fueron derrotados por un Partido de la Liberación Dominicana gobernante y unido. Lo que no fue así en el PRD, ya que el Ing. Miguel Vargas Maldonado, quien había sido candidato presidencial en el 2008 y aspiró nueva vez en la contienda interna del 2011, no se integró a la campaña electoral de su partido. Dos años después, en el 2014, fruto de la confrontación interna de ambos grupos en el PRD, se funda el Partido Revolucionario Moderno con Hipólito Mejía y Luis Abinader como sus líderes. Los mismos, en el año 2015, compitieron por la candidatura presidencial y resultó electo Luis Abinader con un 70% de los votos. Así, concurrió a la campaña nacional en el 2016 y obtuvo un 35% del sufragio. Todo lo anterior indica que, sin lugar a dudas, Luis Abinader no es un presidente electo por azar, sino, más bien, fruto de la construcción de un perfil político altamente mercadeable y, por consiguiente, de un candidato que cultivó el éxito que hoy exhibe.El PRM El Partido Revolucionario Moderno se funda en el año 2014, teniendo como base jurídica y política lo que fuera el partido Alianza Social Dominicana que presidía: José Rafael Abinader. Desde entonces, asumió muy bien tres aspectos políticos de proyección nacional: 1) Diferenciarse del PRD de Miguel Vargas (quien ha sido catalogado por algunos como un “mercader de la política” desde la firma de lo que se conoce como el Pacto de las Corbatas Azules); 2) Construir una marca partido verdaderamente moderna y actualizada; y 3) Mostrar una dirigencia organizada, joven y renovada. La distancia establecida con el PRD se logró con el mantenimiento de relaciones “armoniosas” entre Hipólito Mejía y Luis Abinader, dando demostraciones de unidad y madurez política. Igualmente, con la participación activa de políticos de la talla del intelectual Hugo Tolentino Dipp, del escritor Tony Raful y entre otros que gozan de una gran solvencia social. De hecho, la alianza PRD-PLD de 2016, favoreció al PRD en términos prácticos y económicos pero no políticos. Pues, con ella se fortaleció la idea de que las siglas de ese partido eran usadas de modo mercantil y, en consecuencia, el PRM se veía ciertamente como lo mejor del PRD y los genuinos seguidores del extinto líder José Francisco Peña Gómez. Al mismo tiempo, el Partido Revolucionario Moderno, elaboró una campaña propagandística y publicitaria que proyectaba una organización ideal para acabar con los desmanes y excesos de un PLD ultra poderoso. Es decir, se colocaron vallas, se usaron las redes sociales y apoyaron de manera institucional luchas sociales como la “Marcha Verde” contra la corrupción y la impunidad, por todo esto pudo generar la percepción de ser la organización que reunía el ánimo de la población y su indignación social en un contexto de incertidumbre política respecto del partido de gobierno.Por último, con la celebración de procesos internos sin contratiempos y conflictos mayores, con la elección equilibrada de nuevas autoridades fundamentalmente jóvenes en ascenso y caras de una nueva generación, se pudo engrosar la idea de que se trataba de un partido nuevo con alta vocación de poder. Además, vale decir que eso ocurre en un momento en que diferentes sectores de la sociedad dominicana abogaban, precisamente, por la promoción y surgimiento de nuevos liderazgos para la toma de decisiones y la construcción de consenso en el debate público. Por tanto, el PRM entendió aquello, lo asumió y lo llevo a cabo hasta colocar a su presidente en el Senado de la República, a su secretaria general en la Alcaldía del Distrito Nacional y, finalmente, alzarse con la Presidencia de la República con una figura de una nueva generación como Luis Abinader.La Campaña Electoral 2020La recién pasada campaña electoral comenzó a notarse de manera implícita e indirecta desde el año 2018 con el debate suscitado en el Congreso Nacional entorno a la Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos, en el cual, sin lugar a dudas, la lucha se concentró en el PLD. El PRM, por su parte, prácticamente se sustrajo de la discusión de manera formal. Esto, en la opinión pública, se dio a entender como un impasse del liderazgo del partido oficial y no de carácter nacional. Por consiguiente, el PRM se vio favorecido en su imagen con mostrarse ecuánime ante la población, el congreso y tal dificultad. Ahora bien, en ese contexto, el pueblo dominicano comenzó a apartarse, observar y hacerse una idea propia sobre la necesidad de cambio en el aparato gubernamental del Estado. Esto así, porque se apreciaba lo enconada que era la pugna interna del partido oficial. Ahí, todas las tropelías, excesos y abusos de los cuales acusaban a los inquilinos del Palacio Nacional, cobraron sentido y la población empezó a creerlo así. Sin embargo, nada cambió. Por el contrario, empeoró con las expresiones de intentar permanecer en el poder promoviendo una nueva reelección consecutiva al margen de la prohibición constitucional, con atropellos a comunicadores y a medios de comunicación, con la manipulación en la escogencia de los nuevos miembros del Poder Judicial, con la omisión de la procuraduría sobre denuncias de corrupción a ministros, con la lucha contra otra reforma constitucional, con la imposición de un candidato oficial en detrimento de todo un catálogo de precandidatos y, finalmente, con la división del PLD por el alegado fraude cometido en las primarias del 6 de octubre del 2019.Todo eso fortaleció la idea de cambio que la población entendía ya como una necesidad, cosa que de manera inteligente, Luis Abinader, al resultar vencedor nueva vez en el proceso interno del PRM asume oficialmente el slogan de: “¡El Cambio Va!”. De esta forma, entonces, concitaba el ánimo popular y articulaba un discurso político en el que se colocaba como quien podía propiciar y materializar la salida del PLD del poder.En adición, hechos como el colapso del sistema del voto automatizado y la suspensión de las elecciones municipales de febrero por parte de la Junta Central Electoral, las protestas frente a esta institución, cacerolazos en distintas partes del país en repudio a este cúmulo de episodios atribuidos al poder, contribuyeron para que el PRM ganara, por estrecho margen, la mayoría de las alcaldías a nivel nacional en las elecciones municipales extraordinarias de marzo. Así, se encaminó firmemente hacia el éxito la campaña electoral de Luis Abinader. Así transcurrió el proceso. El presidente electo como candidato sostuvo un discurso con indignación, impotencia e intención de cambiar para bien cosas que entiende que se pueden mejorar. Incluso, dio muestras de comprender y conocer datos de las principales problemáticas del país. Pero, se limitaba al aspecto anímico del “Cambio”.El cambio en sí mismo no tiene ninguna articulación o consistencia que implique un plan de gobierno o un modelo de transformación social, política, administrativa, económica y de manejo de crisis, en vista de la pandemia del Covid-19 o Coronavirus. Esto nos indica que, muy correctamente, desde la óptica del neuromarketing y la comunicación política, su campaña apeló al sistema límbico de la estructura cerebral de los seres humanos. Es decir, a las emociones de manera pura y simple, sin que ello evidencie la elaboración de una propuesta programática e integral de cómo solucionar los problemas que padece la República Dominicana.En el último tramo de la campaña, Luis Abinader, se vio favorecido con la publicación de varios estudios de mercado electoral realizados por encuestadoras a las que se le atribuyen cierto prestigio y que, además, representan vínculos con medios de comunicación propiedad de empresarios reconocidos por su influencia en la política y en la sociedad dominicana. Eso, sin temor a equívocos, selló el triunfo de Luis Abinader en primera vuelta, obteniendo un 52% de los votos.En fin, lo que queda bastante claro es que el presidente electo logró armar una estrategia con tres elementos idóneos para ganar unas elecciones: 1) una candidatura mercadeable, 2) un partido unido y dando pasos certeros, y, 3) una campaña que penetró profundamente en el ánimo y las emociones de la gente. Ahora, su reto es impregnar “El Cambio” de contenido, de soluciones y políticas públicas concretas. Asimismo, manejar la actual crisis sanitaria y económica, hacer mejoras a la constitución oportunamente y, sobre todo, que en ese proceso, no se quiebre la unidad de su partido y la democracia dominicana. Cuando un político es humilde y, por supuesto, cumple fielmente con el plan de campaña diseñado por sus asesores, el éxito es casi un axioma.Así se convirtió, Luis Rodolfo Abinader Corona, en el presidente número 67 de la República Dominicana. *Borja Medina Mateo .
Luis Abinader, como figura política en ascenso, es un producto extremadamente manejable para el marketing político de hoy día.
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