
La relación entre música y humanidad se remonta a hace 35,000 años, cuando los primeros seres humanos tallaban flautas con huesos de animales, dando origen a las primeras expresiones sonoras. Desde entonces, la música ha sido un lenguaje universal, capaz de mover emociones, conectar culturas y, más recientemente, influir en decisiones políticas.
En el mundo de las campañas electorales, los jingles han jugado un rol importante, son una forma poderosa de generar y mover emociones. Un buen jingle capta la atención y se queda en la memoria, funcionando como un ancla emocional que el electorado asocia inmediatamente con un personaje o un candidato. El voto no se basa solo en ideas, sino en emociones, y la música, por su naturaleza, evoca sentimientos de esperanza, cambio o unidad. En un contexto donde el exceso de información es la norma, un jingle efectivo se convierte en una herramienta estratégica para resonar y destacar entre el ruido visual y auditivo que el votante vive día a día.
A lo largo de la historia, los jingles han demostrado su efectividad. Un ejemplo icónico es la campaña presidencial de John F. Kennedy en 1960, cuyo jingle “Kennedy for Me” se convirtió en un símbolo de frescura y optimismo, encapsulando el mensaje de cambio que representaba su candidatura. Más recientemente, Barack Obama en 2008 con su mensaje de esperanza y el ritmo pegajoso de su lema “Yes We Can,” demostraron que la música sigue siendo un vehículo poderoso para mover masas.
En las campañas modernas, la jinglemania no es solo un fenómeno del pasado, sino una táctica vigente y efectiva que sigue marcando el ritmo del éxito en las campañas políticas modernas.
La clave para conquistar el voto en la era de los sentidos
En el mundo político actual, donde la polarización y la sobreinformación son constantes, la clave para lograr un impacto significativo en el votante está en despertar emociones. Las campañas políticas ya no solo buscan informar o convencer con datos y propuestas racionales; ahora, el enfoque es captar la atención y el corazón de los votantes apelando directamente a sus emociones más profundas.
La neurociencia y el marketing político han confirmado que las emociones juegan un rol esencial en la toma de decisiones. El cerebro humano recuerda mejor lo que está vinculado a experiencias emocionales, ya sea el temor frente a amenazas sociales, la furia contra las injusticias, o la alegría de una visión de futuro esperanzador. Las campañas modernas utilizan la emoción como el puente directo hacia la lealtad y el apoyo del votante.
Cada campaña política define cuáles emociones deben primar en su estrategia según el contexto sociopolítico de la región y el perfil del candidato. Aunque cada caso es único, las emociones que más poder han demostrado en las campañas modernas son:
- Temor: Utilizado para destacar riesgos o peligros, desde la inseguridad hasta el futuro de la economía. Los mensajes que apelan al miedo buscan generar un sentido de urgencia para evitar que “lo peor ocurra”.
- Furia: Este sentimiento se activa especialmente cuando se trata de corrupción o injusticias sociales. Al presentar situaciones o personajes como “adversarios” que afectan el bienestar de la sociedad, se genera indignación, motivando a los votantes a actuar en consecuencia.
- Alegría y Esperanza: Para campañas con una propuesta de cambio positivo, los mensajes de alegría, optimismo y un futuro mejor son clave para captar a votantes jóvenes. Esta emoción se suele utilizar en jingles y mensajes que invitan a soñar con un país mejor.
- Desagrado: La repulsión o desagrado hacia la situación actual o hacia la corrupción también son emociones efectivas que movilizan al votante a rechazar aquello que consideran dañino para la sociedad.
- Tristeza: Al presentar realidades difíciles como la pobreza o la falta de oportunidades, las campañas pueden apelar a la compasión y a la empatía, instando a los votantes a votar por un cambio que alivie esas situaciones.
Además, las campañas políticas modernas integran cada vez más herramientas sensoriales, como la música, que activan estas emociones a través de los sentidos como el oído, la vista y el tacto:
A través del oído se percibe la música, uno de los instrumentos más efectivos para captar la atención. Los jingles y los temas musicales de las campañas se diseñan para ser pegajosos y emotivos, logrando que el mensaje se fije en la memoria del votante. Estos jingles funcionan como anclajes emocionales que evocan de inmediato la esencia de la campaña.
Con la vista se logran apreciar colores, escenas emotivas y elementos visuales impactantes que logran transmitir mensajes de forma instantánea. Un video con colores puede mostrar el rostro sonriente de un candidato al lado de una comunidad próspera, generando alegría y esperanza, pero también puede mostrar una situación gris de desamparo para enfatizar la necesidad de cambio.

Mediante el tacto se viven coreografías, eventos de campaña, abrazos, saludos y encuentros con el candidato, los votantes sienten una conexión más cercana. Este contacto refuerza la confianza e identidad de pertenencia a un grupo social, lo cual permite que el candidato deje una impresión memorable, sobre todo entre aquellos votantes que valoran la cercanía.
Elementos básicos para crear un jingle moderno
Existen 10 elementos mínimos que deben contemplarse al realizar o pedir un jingle para una campaña política:
1. Target: Es fundamental conocer a quién va dirigido el jingle. ¿El público son millennials, centennials, o alfas? Comprender qué consumen, en qué plataformas se mueven, y cuánto tiempo dedican a los medios ayudará a diseñar un jingle estratégicamente. Cada generación tiene hábitos de consumo específicos, y esto debe guiar el diseño, la composición y la distribución de un jingle.
2. Creatividad: Una melodía pegajosa y una letra ingeniosa son esenciales para destacar e invitar a cantar, sentir y recordar. No se trata de descubrir el hilo negro, se trata de saber combinar la innovación y la autenticidad para adecuarlo al mood social de la gente en determinado momento.
3. Mensaje claro: Un buen jingle debe ser directo, corto, y fácil de recordar. Debe incluir el nombre del candidato, el puesto al que aspira, y el lugar que representa. Además, debe transmitir sus causas o propuestas clave en un lenguaje inspirador que conecte con las preocupaciones y aspiraciones del electorado. Parte del éxito para que un jingle se quede en la mente del electorado es la repetición constante de las palabras clave.
4. Ritmo alegre y energético: El ritmo debe ser animado y acorde al contexto cultural del público (elementos culturales propios de la región). Una melodía alegre, que invite a moverse o bailar, puede hacer que el jingle se vuelva viral rápidamente.
5. Elementos visuales: No solo el sonido importa, un jingle moderno debe ir acompañado de elementos visuales atractivos, como videos musicales o animaciones creativas, que refuercen el mensaje.
6. Duración corta: La duración de un jingle es clave para mantener la atención. Es importante centrarse en los primeros 8 segundos del jingle. Para que sea atractivo y dinámico su duración debe ser expuesta entre 30 segundos y 1 minuto, dependiendo del medio en el que se utilice.
7. Coreografía: Los movimientos organizados o sencillos pueden facilitar la viralización en redes sociales. El público ama participar en retos o bailes simples que puedan replicar en plataformas como TikTok o Instagram.
8. Adaptabilidad a diferentes medios: Un jingle debe poder utilizarse en diversos canales, desde la radio y la televisión hasta redes sociales como TikTok, Instagram y Spotify. Su adaptabilidad es crucial para maximizar su alcance.
9. Timing: El momento en que se lanza el jingle es crucial. Debe coincidir con eventos relevantes en la agenda política para captar la mayor atención posible, así como no empalmarse con momentos de crisis en una campaña.
10. Viralidad y promoción: Colaboraciones con influencers, retos en redes sociales, y un presupuesto bien distribuido para promoción pueden hacer que el jingle se viralice rápidamente y llegue a millones de personas.

El impacto entre la generación T
Los niños, (generación T) aunque no tienen derecho a votar, son un sector que influye emocionalmente en su entorno familiar. Al identificarse con una canción o un eslogan, generan curiosidad y simpatía entre los adultos que los rodean, creando un efecto dominó que ayuda a los candidatos a ganar visibilidad y apoyo en las comunidades. Los esfuerzos para lograr estos efectos se conocen como doble target en marketing.
En México, los niños dedican una cantidad significativa de tiempo al consumo de música y contenidos audiovisuales a través de plataformas digitales. El 49% de las niñas y niños escuchan contenidos de audio o música por internet, utilizando principalmente dispositivos como teléfonos celulares, tablets y televisores inteligentes, mientras que el promedio de visualización de contenidos audiovisuales por internet de los niños es de 2.1 horas al día (ENCCA, 2023).
Ante este contexto, es importante señalar que los niños procesan la música de manera distinta a los adultos, investigaciones en neurociencia indican que la música activa áreas del cerebro relacionadas con las emociones y el aprendizaje, facilitando que los niños asocien los jingles con sentimientos de alegría o entusiasmo. Este fenómeno ocurre porque los ritmos y las letras pegajosas estimulan la producción de dopamina, un neurotransmisor que fortalece la formación de recuerdos.
Jinglemania en latinoamérica
América Latina cuenta con una tradición de jingles políticos que combinan ritmos locales, letras sencillas y eslóganes efectivos. Las campañas presidenciales han utilizado el jingle como una herramienta para reforzar identidad y pertenencia cultural, logrando una conexión emocional entre candidatos y electorado. Un jingle efectivo transmite la esencia de la campaña en pocos segundos, apelando al orgullo nacional, a las aspiraciones de cambio y a la cercanía entre el político y el electorado.
Algunos jingles no solo contribuyeron al reconocimiento de los candidatos, sino que también reflejaron el sentir de la época; algunos ejemplos son:
Brasil 2002 – Lula Lá. El tema “Lula Lá” de la campaña de Luiz Inácio Lula da Silva en 2002 se volvió icónico, utilizando percusiones y ritmos que evocaban la samba y la música popular brasileña. Este jingle no solo capturaba el espíritu de la campaña sino también la esencia de un Brasil que buscaba un líder del pueblo, convirtiéndose en una especie de himno para la esperanza en tiempos de crisis económica, logrando que los brasileños corearan el nombre de su candidato en cada rincón del país. La sencillez de su letra y la asociación directa con el candidato lo hicieron inolvidable.

Argentina 2015 – Estoy con vos. La campaña de Mauricio Macri en Argentina en 2015 empleó un jingle con el lema “Estoy con vos”. Con un ritmo energético y una letra que llamaba al cambio, esta pieza apelaba a las nuevas generaciones de votantes cansados de la corrupción y el estancamiento económico. Este jingle se volvió una especie de grito de batalla para los seguidores de Macri y aportó frescura e innovación a su campaña.
Colombia 2018 – Duque Presidente. El presidente colombiano Iván Duque en 2018 empleó un jingle cuyo estribillo “Duque Presidente” buscaba construir una imagen de unidad y nacionalismo. A través de un ritmo de cumbia modernizado, el jingle atrajo a audiencias de todas las edades y estratos, logrando que su candidatura se percibiera como una extensión de los valores tradicionales del país, aunque su mensaje se enfocaba en el cambio.
México 2024 – Presidente Maynez. El jingle de Movimiento Naranja fue lanzado en 2018 por primera vez y contó con la voz del niño indígena Yuawi, quien interpretó una melodía pegajosa con tintes tradicionales y un toque de modernidad. El estribillo “Movimiento Naranja, Movimiento Ciudadano” rápidamente se convirtió en una de las canciones más recordadas y escuchadas de aquella campaña electoral.
Seis años después, en 2024 Jorge Álvarez Máynez emergió como una figura destacada gracias a una estrategia de comunicación centrada en jingles pegajosos y una fuerte presencia en redes sociales. Su enfoque innovador no solo atrajo a votantes jóvenes, sino que también involucró a niños, quienes, a través de plataformas como TikTok e Instagram, amplificaron su mensaje y contribuyeron significativamente a su popularidad.
“Presidente Máynez” se convirtió en una de las canciones virales más escuchadas en Spotify, alcanzando el puesto número uno en la plataforma músical. En TikTok, a la semana del primer debate presidencial, Máynez incrementó su número de seguidores de 173,000 a un millón, superando a otros candidatos en la plataforma. Además, sus videos acumulaban más de 500 millones de reproducciones en redes sociales, sin contar YouTube.

Un fenómeno interesante fue la participación activa de niños en la campaña de Máynez. Videos de niños cantando y bailando al ritmo de los jingles de Máynez se volvieron virales en TikTok, generando un efecto dominó donde los padres y hermanos mayores se involucraban y compartían el contenido. Este entusiasmo infantil no solo aumentó la visibilidad de la campaña, sino que también humanizó al candidato y lo acercó a las familias mexicanas.
Conclusiones
Un jingle, por más pegajoso y memorable que sea, no puede ser una herramienta aislada. Para que funcione verdaderamente, debe estar alineado con la estrategia general de comunicación de la campaña. Esto significa que su mensaje, ritmo, y estilo deben reflejar los valores y propuestas del candidato, así como las emociones que busca generar en el electorado. Un jingle bien ejecutado refuerza la narrativa de la campaña, creando un ecosistema en el que todas las piezas comunican lo mismo, desde los discursos hasta los anuncios en vías públicas pasando por todo el contenido en redes sociales.
Una campaña ganadora no se construye únicamente en el aire, a través de jingles y medios tradicionales, requiere un enfoque integral que abarque tropas en tierra (operación política directa), agua (redes sociales) y aire (medios de comunicación masivos). Esta combinación de tácticas es lo que realmente permitirá que una campaña resuene a todos los niveles, llegando al votante a través de múltiples frentes y logrando un impacto duradero y efectivo.
En la política actual, conquistar el voto es una tarea emocional, especialmente para atraer a las generaciones Z y T, quienes tienden a ser menos receptivas a los mensajes tradicionales y más influenciables por experiencias auténticas y sensoriales. Los jingles, la música y los estímulos visuales han demostrado ser herramientas eficaces para construir esta conexión emocional.
Finalmente, la política en la era de los sentidos requiere estrategias y tácticas que apelen a las emociones profundas, activadas a través de múltiples canales sensoriales. Para los estrategas y consultores, el desafío es cada vez más grande y la recompensa mayor: un voto que no solo apoya una propuesta, sino que conecta con el corazón de los electores.
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